martes, 25 de marzo de 2008

Carl Schmitt: El Concepto de lo Político

6. El mundo no es una unidad política sino un pluriverso político
De la característica conceptual de lo político surge el pluralismo del universo de Estados. La unidad política presupone la posibilidad real del enemigo y, con ello, presupone también la presencia de otra unidad política coexistente. Consecuentemente, mientras exista un Estado en absoluto, existirán sobre la tierra siempre varios Estados y no puede existir un "Estado" mundial abarcando a toda la tierra y a toda la humanidad. El mundo político es un pluriverso y no un universo. En esta medida, toda teoría del Estado es pluralista, si bien en un sentido distinto al de la teoría pluralista intra-estatal ya comentada. La unidad política por su misma esencia no puede ser universal en el sentido de abarcar a toda la humanidad y a toda la tierra. En el supuesto que los distintos pueblos, las diferentes religiones, clases y los demás grupos humanos de la tierra estén todos tan unidos que se vuelva imposible e impensable una lucha entre ellos; suponiendo además que incluso una guerra civil realmente quedase descartada por siempre, aún como posibilidad; dentro de este imperio global — suponiendo, pues, que la diferenciación entre amigos y enemigos desapareciera hasta como eventualidad — lo que se obtendría sería solamente una cosmovisión, una cultura, una civilización, una economía, una moral, un derecho, un arte, un entretenimiento, etc. libres de política; pero ya no se tendría ni política, ni Estado. [39] Ignoro si se producirá y cuando se produciría una situación mundial de estas características. Por el momento no existe. Sería una ficción deshonesta presuponer que está dada; y sería una tergiversación rápidamente impugnable el sostener que, puesto que en la actualidad una guerra entre las grandes potencias se convertiría fácilmente en una "guerra mundial", el final de esta guerra debería significar consecuentemente la "paz mundial" para dar lugar así a ese estadio final, idílico de la despolitización completa y definitiva.
La humanidad como tal no puede librar una guerra desde el momento en que no tiene enemigos, al menos no sobre este planeta. El concepto de la humanidad excluye al concepto de enemigo porque el enemigo, no por ser enemigo deja de ser humano y con ello no existe una diferenciación específica. Que se libren guerras en nombre de la humanidad no contradice a esta simple verdad; sólo le da al hecho un sentido político especialmente intenso. El que un Estado combata a su enemigo en nombre de la humanidad no convierte a esa guerra en una guerra de la humanidad sino en una guerra en la cual un determinado Estado, frente a su contrincante bélico, busca apropiarse de un concepto universal para identificarse con él (a costa del contrincante) de un modo similar a la forma en que se puede abusar de la paz, la justicia, el progreso o la civilización, reivindicando estos conceptos para uno mismo a fin de negarle esa posibilidad al enemigo. "La Humanidad" es un instrumento ideológico especialmente útil para expansiones imperialistas y, en su forma ético-humanitaria, un vehículo específico del imperialismo económico. Para esto vale, con una sencilla modificación, la frase acuñada por Proudhon: quien dice humanidad, desea embaucar. La adopción del nombre de "humanidad", la invocación de la humanidad, el secuestro de esta palabra, todo ello — puesto que no se puede adoptar un nombre tan noble sin determinadas consecuencias — solamente puede manifestar la horrible pretensión de negarle al enemigo su cualidad humana declarándolo hors-la-loi y hors l'humanité con lo que se pretende llevar la guerra hasta los últimos extremos de la inhumanidad. [40] Pero, aparte de este empleo altamente político del apolítico nombre de la humanidad, las guerras de la humanidad propiamente dicha no existen. "Humanidad" no es un concepto político; no se corresponde con ninguna unidad o comunidad política y con ningún Status. El concepto humanitario de la humanidad del Siglo XVIII fue una negación polémica del orden vigente aristocrático-feudal o estamentario y de sus privilegios. La humanidad de las doctrinas liberal-individualistas y de Derecho Natural es una construcción ideal universal, esto es: abarcativa de todos los seres humanos del planeta. Es un sistema de relaciones entre individuos aislados que existe realmente recién cuando la posibilidad real del combate queda excluida y cualquier agrupamiento en amigos y enemgos se ha vuelto imposible. En esta sociedad universal ya no existirán pueblos como unidades políticas, pero tampoco clases ni grupos enemistados.
La idea de una Sociedad de las Naciones fue clara y precisa en tanto y en cuanto la Federación de Pueblos pudo ser contrapuesta como contra-concepto polémico a una Federación de Príncipes. Conviene saber que es así como surgió la palabra alemana "Völkerbund" en el Siglo XVIII. [41] Con la caida de la importancia política de la monarquía cayó también este significado polémico. Más allá de ello, una "Federación de Pueblos" podría ser el instrumento ideológico de un Estado, o de una coalición de Estados, dirigido contra otros Estados. En este caso le sería de aplicación todo lo dicho anteriormente acerca del empleo político de la palabra "humanidad". Pero, aparte de esto, la fundación de una Federación de Pueblos abarcativa de toda la humanidad podría terminar condiciéndose con la tendencia — hasta ahora por supuesto poco clara — de organizar un estadio apolítico ideal para esa sociedad-universal llamada "humanidad". Es por ello que, casi siempre con bastante falta de crítica, se pretende una condición "universal" para una Federación de Pueblos de esas características; es decir: se exige que sean sus miembros todos los Estados del planeta. Pero la universalidad debería implicar una despolitización completa y con ella, por de pronto al menos una consecuente ausencia de Estados.
Bajo este punto de vista, la institución fundada en Ginebra en 1919 mediante los Tratados de Paz de París, aparece como una construcción contradictoria que en Alemania se la llamó "Völkerbund" pero a la cual, según su denominación francesa o inglesa (Societé des Nations, League of Nations) se debería haber llamado "Nationengesellschaft" [42]. Sucede que es una organización inter-estatal, puesto que presupone la existencia de Estados; regula algunas de sus relaciones bilaterales y hasta garantiza su existencia política. No sólo no es una organización universal sino que ni siquiera es internacional si es que se emplea la palabra "internacional" — tal como es correcto y honesto en el empleo habitual del lenguaje alemán — para diferenciarlo de lo "interestatal", reservando su uso solamente a los movimientos internacionales, es decir: para aquellos que, más allá de las fronteras de los Estados y penetrando a través de sus muros, ignoran la actual delimitación territorial, — la impenetrabilidad e impermeabilidad de los Estados constituidos — como lo hace, por ejemplo, la Tercera Internacional. Aquí quedan inmediatamente al descubierto las diferencias elementales entre lo internacional y lo interestatal, entre una sociedad-universal despolitizada y la garantía interestatal del status quo de las actuales fronteras estatales, y básicamente es casi incomprensible que un tratamiento científico del "Völkerbund" haya podido ignorarlo y hasta haya podido justificar esa confusión. La Sociedad de las Naciones de Ginebra no elimina la posibilidad de las guerras como tampoco elimina a los Estados. Introduce nuevas posibilidades de guerra, permite guerras, fomenta guerras de coalición y elimina una serie de restricciones a la guerra por el hecho de que legitima y sanciona determinadas guerras. Tal como existe en la actualidad, constituye, bajo ciertas condiciones, una muy útil oportunidad para negociaciones, un sistema de conferencias diplomáticas que sesionan bajo los nombres de Consejo de Naciones y Asamblea de Naciones, combinado con esa Oficina Técnica que es el Secretariado General. No es, como lo he demostrado en otra parte [43], una federación — aunque posiblemente sea una alianza. El auténtico concepto de humanidad opera en esta institución tan sólo en la medida en que su verdadera actividad se encuentra en un terreno humanitario, no-político, y posee — al menos como asociación administrativa interestatal — una "tendencia" a la universalidad. Pero, en vista de su Constitución real y de la posibilidad de la guerra dentro del marco de la supuesta "federación", incluso esa "tendencia" no es, en todo caso, más que un postulado ideal. Ahora bien, una Federación de Pueblos no universal, naturalmente, sólo puede tener importancia política si constituye una alianza real, es decir: una coalición. Pero, con ello no se habría eliminado el jus bellis sino que se lo habría transferido, en mayor o en menor grado, parcial o totalmente, a la "federación". Una Federación de Pueblos, como organización universal de la humanidad con existencia concreta debería lograr el difícil objetivo de, en primer lugar, quitarle efectivamente el jus belli a todos los grupos humanos existentes y, en segundo lugar, a pesar de ello no asumir ningún jus belli propio puesto que, de hacerlo, se invalidaría la universalidad, la humanidad, la sociedad despolitizada; en suma: se invalidarían otra vez todas sus características esenciales.
Si un "Estado Mundial" abarcase a todo el planeta y a toda la humanidad, por ello mismo ya no constituiría una unidad política y sólo podría ser denominado "Estado" como una forma de expresión idiomática. Si realmente se consiguiese la unificación de todo el planeta sobre la base de tan sólo una unidad económica o tecno-comunicacional, el resultado no sería por de pronto ya una "unidad social", del mismo modo en que no constituyen una "unidad" social los habitantes de un edificio de viviendas en alquiler, ni los usuarios que comparten la misma red de distribución de gas natural, ni los pasajeros que viajan en el mismo ómnibus. Mientras esta unidad se mantuviese tan sólo en lo económico o en el área de las comunicaciones, al carecer de un contrincante ni siquiera podría ascender a la categoría de Partido Económico o Partido Comunicacional. Si esta unidad quisiera ir más allá y construir incluso otra unidad cultural, filosófica o "superior" desde el punto de vista que fuere — aunque la misma, simultáneamente, tendría por fuerza que ser apolítica — se constituiría en una corporación de producción y consumo, buscadora del punto de equilibrio entre las polaridades de ética y economía. No conocería ni Estado, ni Nación, ni Imperio; ni república ni monarquía, ni aristocracia ni democracia, ni protección ni obediencia. Habría perdido absolutamente todo carácter político.
Sin embargo surge la pregunta acerca de en qué personas recaería el terrible poder relacionado con una centralización económica y técnica a escala planetaria. Esta cuestión no puede ser dejada de lado mediante la esperanza de que, en ese caso, todo simplemente se "solucionarían por si mismo" y las cuestiones "se auto-administrarían", siendo que el gobernar a seres humanos por medio de otros seres humanos se volvería innecesario porque las personas serían absolutamente "libres". La pregunta justamente inquiere acerca de para qué serían libres. Se puede responder a esta pregunta con suposiciones optimistas o pesimistas, pero todas ellas desembocan en un dogma de fe antropológico.

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