domingo, 14 de septiembre de 2008

El lado oscuro de Jorge Luis Borges y fragmentos de Cómo nace un texto

Sí, Borges llegó a escuchar a Pink Floyd, es una parte de su vida que no sabía, menos el de su encuentro con Mick Jagger. Tiene que leer "cómo nace un texto", del genial Borges. Obviamente, escuchaba a Bach y le encantaba la música sacra.
Saludos tradicionales.

Cómo nace un texto
Empieza por una suerte de revelación. Pero uso esa palabra de un modo modesto, no ambicioso. Es decir, de pronto sé que va a ocurrir algo y eso que va a ocurrir puede ser, en el caso de un cuento, el principio y el fin. En el caso de un poema, no: es una idea más general, y a veces ha sido la primera línea. Es decir, algo me es dado, y luego ya intervengo yo, y quizá se echa todo a perder. En el caso de un cuento, por ejemplo, bueno, yo conozco el principio, el punto de partida, conozco el fin, conozco la meta. Pero luego tengo que descubrir, mediante mis muy limitados medios, qué sucede entre el principio y el fin. Y luego hay otros problemas a resolver; por ejemplo, si conviene que el hecho sea contado en primera persona o en tercera persona. Luego, hay que buscar la época; ahora, en cuanto a mí eso es una solución personal mía, creo que para mí lo más cómodo viene a ser la última década del siglo XIX. Elijo si se trata de un cuento porteño, lugares de las orillas, digamos, de Palermo, digamos de Barracas, de Turdera. Y la fecha, digamos 1899, el año de mi nacimiento, por ejemplo. Porque ¿quién puede saber, exactamente, cómo hablaban aquellos orilleros muertos?: nadie. Es decir, que yo puedo proceder con comodidad. En cambio, si un escritor elige un tema contemporáneo, entonces ya el lector se convierte en un inspector y resuelve: "No, en tal barrio no se habla así, la gente de tal clase no usaría tal o cual expresión."
El escritor prevé todo esto y se siente trabado. En cambio, yo elijo una época un poco lejana, un lugar un poco lejano; y eso me da libertad, y ya puedo fantasear o falsificar, incluso. Puedo mentir sin que nadie se dé cuenta, y sobre todo, sin que yo mismo me dé cuenta, ya que es necesario que el escritor que escribe una fábula por fantástica que sea crea, por el momento, en la realidad de la fábula.


[Jorge Luis Borges, Cómo nace un texto (fragmento)].
Un emperador mogol en el siglo XIII sueña un palacio y lo edifica conforme a la visión; en el siglo XVIII un poeta inglés que no pudo saber que esa fábrica se derivó de un sueño, sueña un poema sobre el palacio. Confrontadas con esta simetría, que trabaja con almas de hombres que duermen y abarca continentes y siglos, nada o muy poco son, me parece, las levitaciones, resurrecciones y apariciones de los libros piadosos.
[Jorge Luis Borges, conclusión de El sueño de Coleridge]

Borges y sus lados ocultos
Entre otros gustos, gozaba con la música de Pink Floyd y los Rolling Stones.

Gerardo Lissardy. BBC Mundo.

Jorge Luis Borges escuchaba Pink Floyd, tenía pasión por el arroz con manteca y queso, y de joven abandonó el vino después de oír a un amigo de su padre pronosticar que se convertiría en un "borracho perdido". Estos son algunos rasgos del lado más personal y menos conocido del prestigioso escritor argentino que su viuda, María Kodama, relató a BBC Mundo.

El diálogo se produjo a propósito de una muestra de fotografías y textos de viajes de Borges y Kodama por el mundo, "El atlas de Borges", inaugurada esta semana en La Casa de América Latina de la capital francesa. Lo que sigue son extractos de esa conversación.

–Una pregunta que surge al ver la exposición es si Borges tenía una rutina...

–No, creo que si Borges hubiera tenido buena vista quizás lo hubiéramos perdido como escritor. Hubiera sido un aventurero. Era una persona que no tenía rutinas, ni siquiera para escribir. Escribía, como decía, cuando la Musa le dictaba o cuando el espíritu lo habitaba. Si no tenía ninguna idea en la cabeza, seguía de largo y no pasaba nada.

–¿Cómo era un día en la vida de Borges?

–Se levantaba más o menos a las ocho o nueve de la mañana, desayunaba, después recibía a los periodistas, a los estudiantes (...). Íbamos bastante al cine; le gustaba mucho.

–¿Cuál era su plato favorito?

–El arroz con manteca y queso. Hay una anécdota muy divertida, porque un día un amigo lo invita a comer a Maxim’s. Viene el maitre, a quien le habían explicado quién era Borges, y le dice: "Maestro, ¿qué podemos servirle?". Y empieza a dar una larga lista del menú, exquisito por supuesto. Borges escucha atentamente y termina diciendo: "Arroz con manteca y queso". El amigo queda paralizado y le dice: "Pero maestro, estamos en el mejor restaurante de París...". Entonces él mira al maitre y le dice: "Por eso, quiero saber cómo preparan mi plato preferido en el mejor restaurante de París: arroz con manteca y queso".

–¿Qué música escuchaba?

–Él decía que era sordo musical, porque tenía solo oído para la música de la palabra. Y decía cosas como por ejemplo que Beethoven no le gustaba, lo que producía el horror sagrado de toda la gente entendida. Pero le gustaban por ejemplo Brahms, Bach, la música antigua, medieval, la música folclórica, la milonga y los "tangos de la guardia vieja", como decía. Creía que Gardel había arruinado el tango.

–¿Por qué?

–Porque lo había hecho "sentimental y llorón". En cambio, me decía que los "tangos de la guardia vieja" eran como las milongas: tenían letras divertidas, en doble sentido. Le gustaba eso y después cosas divertidas como los Beatles, los Rolling Stones, Pink Floyd.

–¿Pink Floyd?

–Sí, le encantaba. Tal es así que el himno para su cumpleaños no era el "Happy birthday" sino "The wall".

–¿Cómo lo descubrió?

–No sé. La película The wall es terrible y la vimos infinidad de veces. En un momento creo que sabía de memoria los diálogos. Le gustaba ese tipo de música porque decía que era una cosa de enorme fuerza, terrible pero vital.

–¿Y los Rolling Stones?

–Le encantaban, también decía que tenían una fuerza increíble. Un día estábamos en el hotel Palace de Madrid, esperando a que vinieran a buscarnos para cenar, y veo que viene Mick Jagger. Se arrodilla, le agarra la mano a Borges y le dice: "Maestro, yo lo admiro". Borges, un poco asombrado, no lo veía, dice: "¿Y usted quién es, señor?". Y él responde: "Soy Mick Jagger". Borges dice: "Ah, uno de los Rolling Stones". Mick Jagger casi se desmaya y pregunta: "¿Cómo maestro, usted me conoce?". Y Borges dice: "Sí, gracias a María". Yo le había contado a Borges que en una película que se llama Performance aparece una gran foto de Borges y creo que Mick Jagger leyendo a Borges.

–¿Escuchaba música Borges para escribir?

-No, pero se había dado cuenta que escuchando música sin ponerla él y sin darse cuenta que estaba, le transmitía como una energía para escribir.



El vino, nunca más

–¿Tomaba vino?

-Me contó que cuando era joven sí. Hasta que un día, en una reunión, escuchó a un amigo del padre que decía: "¡Qué lástima! Si Jorge sigue así va a terminar borracho perdido". Desde ese día dejó de beber.

–¿Nunca más?

–Nunca más bebió hasta que empezó a dar las conferencias. Entonces bebía un guindado o un vasito de caña para poder hablar, porque era muy tímido. Me angustiaba mucho, pero nunca se lo dije, porque él era tartamudo y se había corregido, pero cuando estaba cansado, si bebía la copita de vino, tenía como dificultad para arrancar. (...)Recuerdo que un día, caminando, me dijo la conferencia que iba a dar. Y de pronto se paró y comentó: "Pero he dado la conferencia... Entonces, quiere decir que puedo decirla sin tomar el vino". Me pidió que le dijera dónde iba a estar sentada: "Doy la conferencia para usted". Y no tomó nunca más.

Saludos de Vlady

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