domingo, 15 de febrero de 2009

Darwin en el Perú

Para meditar. El 12 de febrero se conmemoró 200 años del nacimiento de Charles Darwin cuyo libro principal, “El origen de las especies a través de la selección natural”, sigue teniendo vigencia y generando mucha polémica. Pero esta parte de sus escritos (sobre sus viajes), que se refieren al Perú, son muy esclarecederos respecto a la realidad política de ese entonces, aunque "curiosamente" algunos rasgos todavía se mantienen. En fin, espero les interese por la crudeza y profundidad con que observa al Perú, por un lado, Lima y su decadencia y, por otro, sus avanzadas civilizaciones milenarias.


Darwin en Perú:
El Beagle en Sudamérica (1832-1835):

[Perú:]
Ningún estado de Sudamérica ha sido tan castigado por la anarquía como el Perú desde su declaración de independencia. En la época de nuestra visita había cuatro partidos en armas disputándose el poder. Si uno triunfa se coaligan los otros contra él; pero tan pronto como vencen éstos, se dividen de nuevo. Hace unos días, el del aniversario de la proclamación de la independencia, se celebró una gran misa, durante la cual comulgó el presidente. Durante el Te Deum, en lugar de presentar las tropas la bandera peruana, desplegaron una bandera negra que llevaba una calavera. ¿Qué puede pensarse de un gobierno a cuya vista se permite el desarrollo de semejante escena y en ocasión tan solemne? Este estado de los negocios me contrariaba mucho, porque apenas podía hacer algunas excursiones más allá de los límites de la ciudad. La isla estéril de San Lorenzo, que rodea el puerto, era el único punto en que se podía pasear con alguna seguridad. La parte superior de esta isla, que se eleva a una altura de más de 1.000 pies, se encuentra durante esta estación (invierno) en el límite de las nubes; por lo cual hay en ella muchas criptógamas y algunas flores. Las colinas inmediatas a Lima, situadas a mayor altura, están cubiertas por una verdadera alfombra de musgo y grupos de preciosos lirios amarillos llamados amancaes. Esto indica un grado de humedad mucho mayor que el de los alrededores de Iquique. Si se avanza hacia el norte, desde Lima se hace el clima cada vez más húmedo, hasta que en las riberas del Guayaquil, casi en el Ecuador, se encuentran los más frondosos bosques. Sin embargo, me han dicho que se hace muy bruscamente la transición de las costas estériles del Perú a esas tierras fértiles, bajo la latitud del Cabo Blanco, dos grados al sur de Guayaquil.

El Callao es un puertecillo sucio y mal construido; sus habitantes, como los de Lima, presentan todos los tintes intermedios entre el europeo, el negro y el indio. Me ha parecido este pueblo muy depravado y muy dado a la embriaguez. Siempre está la atmósfera cargada de malos olores: el olor particular de casi todas las poblaciones de estos países intertropicales es aquí extraordinariamente fuerte. La fortaleza que sostuvo, sin rendirse, el largo sitio de lord Cochrane tiene un aspecto imponente; pero durante nuestra permanencia en el puerto, vendía el presidente los cañones de bronce que la defendían y ordenó su demolición. Por única razón justificativa de esta medida decía que no había ningún oficial a quien poder encargar la defensa de puesto tan importante. Y había muchos motivos para creerlo; puesto que él había llegado a proclamarse presidente levantando bandera de insurrección cuando mandaba la misma fortaleza. Después de salir nosotros de América meridional le sucedió a éste lo que a todos; fue derrotado, hecho prisionero y fusilado.

[Lima:]
Lima está situada en el fondo de un valle formado por la gradual retirada del mar. Se halla a 7 millas (11 kilómetros) del Callao y 500 pies más elevado que el puerto; pero es tan suave la pendiente, que el camino parece enteramente horizontal, y tanto, que al llegar no hay quien crea que ha subido ni cien pies. Humboldt fue el primero que hizo fijar la atención en esa curiosa ilusión. En medio de este llano se elevan algunas colinas abruptas y estériles. Dividen el llano en anchos campos unos cuantos muros hechos de adobes. A excepción de algunos sauces dispersos y de un bosque de bananeros y de naranjos, no se ve un árbol en estos campos. La ciudad de Lima está hoy casi en ruinas; no están pavimentadas las calles, y por todas partes se ven en ellas montones de inmundicias, arrojadas de las casas, en los cuales los gallinazos negros, tan domesticados como nuestras gallinas, buscan los pedazos de carne podrida. Las casas tienen por regla general un primer piso construido de madera y cubierto por el temor a los terremotos; pero hay algunas antiguas habitadas por varias familias; estas casas son tan grandes y tienen habitaciones tan magníficas como las de cualquier capital. Lima, la ciudad de los reyes, ha debido ser en lo antiguo una ciudad espléndida. El extraordinario número de iglesias con que cuenta le da todavía hoy un carácter original, sobre todo cuando se la ve a poca distancia. Un día fui a cazar muy cerca de la población con unos comerciantes. Pobre fue la caza, pero tuve ocasión de visitar las ruinas de uno de los antiguos pueblecillos indios, en el centro del cual hay la acostumbrada elevación parecida a una colina natural. Las ruinas de las casas, de los cercados, de las obras de' irrigación, de las columnas sepulcrales esparcidas en este llano dan en verdad altísima idea de la civilización y de la densidad de la población antigua. Considerando sus porcelanas, sus telas, sus utensilios de formas elegantes, tallados en las piedras más duras, sus instrumentos de cobre, sus alhajas ornadas con piedras preciosas, sus palacios, sus trabajos hidráulicos, es imposible -dejar de admirar los extraordinarios progresos que habían hecho en las artes y en la civilización. Las columnas sepulcrales, llamadas huatas, son en realidad sorprendentes; en algunos puntos se confunden con columnas naturales, guarnecidas de un revestimiento y talladas después.

[Restos del terremoto de 1740:]
Hay también otra clase de ruinas muy diferentes, pero no menos interesantes que éstas, y son las del antiguo Callao, derruido por el gran terremoto de 1740, y barrido por la enorme ola que acompañó a la sacudida. Parece que esta destrucción fue más completa que la de Talcahuano. Masas de guijarros cubren los cimientos de las paredes, y grandes montones de ladrillos parecen haber sido arrastrados por las olas al retirarse como cantos rodados. Se asegura que el terreno bajó durante ese memorable terremoto; pero no he podido encontrar ninguna prueba de ese descenso. Parece muy probable, sin embargo, que haya cambiado la costa de forma desde la formación de la antigua ciudad; porque nadie que tuviera sentido común, había de haber elegido para edificar una ciudad la tira estrecha de cantos rodados sobre que hoy se encuentran las ruinas. Después de nuestro viaje, comparando Mister Tschundi mapas antiguos con mapas modernos, ha deducido que en realidad se ha deprimido la costa al norte y al sur de Lima.

En la isla de San Lorenzo se encuentran pruebas evidentes de levantamiento durante un período reciente, lo que no impide que haya podido ocurrir después una depresión parcial del terreno. El lado de la isla que mira a la bahía del Callao forma tres terrazas, de las cuales la más baja está cubierta, en una milla de extensión, por una capa compuesta casi exclusivamente de conchas pertenecientes a diez y ocho especies que viven hoy en el inmediato mar. (Darwin, Viaje de un naturalista alrededor del mundo (1845), Cap. XVI)

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